Estoy aquí, en casa de Beíta, ya que mi ordenador ha muerto y hasta que no le traigan la placa base no revive xD.Os hecho de menooos T_T, y además me estoy perdiendo muchas cosas, y eso no gustarme xD.
En fin, ahora sí que comienzo con la entrada propiamente dicha.
El otro día volví a leer el último capítulo de ese libro que tanto nos ha hecho soñar: Peter Pan. Adoro ese capítulo, pero no puedo evitar ponerme triste cada vez que lo leo.
Desgraciadamente es una traición que todos cometeremos algún día. ¿Seguiremos siendo inocentes, alegres e insensatos cuando crezcamos? ¿Seguiremos creyendo en ese niño con los dientes de leche y traje de hojas? Muchas veces me pregunto si yo hubiese vuelto a mi casa si estuviese en Nunca Jamás. ¿Me siento preparada para crecer? La respuesta es no. Me da mucho miedo, me aterra. No quiero pensar en el momento en el que tenga que dejar mi casa y deba buscarme la vida. Tengo complejo de Peter Pan , aún sigo durmiendo con la ventana abierta y miro al cielo buscando la segunda a la derecha. Por suerte conozco a gente maravillosa que siente lo mismo que yo, sobre todo mi family y muchas veces me pregunto qué haría sin ellos (¡os quiero family expresa!). A medida que avanzo por el capítulo me siento más triste.
Al principio Peter llora y niega lo evidente, pero después encuentra a Jane y se va con ella a Nunca Jamás. ¿No notan la angustia de Wendy en ese momento? ¿No sienten como un trocito de su corazón se va volando por la ventana?
Pero los años pasaron. Jane creció y Wendy envejeció. Ahora Peter se va con Margaret. Eso es lo que más me aterra: el fin de la existencia. ¿Desapareceremos algún día, como hizo Campanilla, y se olvidarán de nosotros, como hizo Peter con ella? Lo primero, desgraciadamente, es sí, pero lo segundo es depende de como hayas vivido tu vida.
Si lo haces como si cada día fuese el último, por supuesto que no.
Por eso, a pesar de que algún día todo llegue a su fin, hay que vivir como si esono existiese vivir como Peter Pan: cada día una aventura.
Porque todos los niños, físicamente, se hacen mayores, menos uno. Pero nuestro espíritu no tiene por qué hacer eso.
Porque mientras seamos alegres, despreocupados e inocentes y sigamos creyendo en él, no estaremos traicionando al eterno niño.